Trescientos tipos de tomates, stands kilométricos con bizcochos caseros, pan del de toda la vida, olivas, libros de segunda mano, tartas, fruta, abrigos vintage, jerseys de lana de ovejas de granjas de por aquí y hasta paellas.
¿Veis la sonrisa? A esto me refería. Hay algo mágico en este rincón de Cambridge que sin duda, es el centro y un poquito el alma de los que nos hemos venido a refugiar aquí.
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