lunes, 10 de julio de 2017

L'été.



Tengo una neurona que sólo piensa en el trabajo, en contar niños una y otra vez, en poner paz, en sonreír a padres, en limpiar caras llenas de tomate, en cortar los gajitos de las mandarinas cuidadosamente, en acordarse de entrar en el babi antes de pintar; ¡cómo si se pudiera interrumpir toda la emoción que llega con los pinceles y las mezclas a vox pópuli que siempre acaban en marrón!

Esta es mi primera mañana de vacaciones y claro que sí, sonrío. Tengo un mes de mar, un mes de abrazar, de reencontrarme, de quemar todas esas cosas que hacen que a esa neurona se le despeine el flequillo de más. Tengo unos días para separarme suavemente de esta ciudad que tanto me ha dado; Cambridge

Me voy porque la adoro, porque sus calles son casa, porque la gente de aquí abraza con todas las letras, porque no puedo tener más suerte y no puedo permitirme dejar de quererla. No quiero encontrarme tristeza en la comodidad y rutina y la veo asomar. Necesito cruzarme con muchas caras de diferentes colores en el metro, necesito música, pubs abarrotados y calles en las que pasa todo muy rápido.
Voy a echar de menos el café con flores, el té con dudas, el cansancio mal pagado. Las zancadillas, la familia, el sonido de cervezas en la cesta de la bicicleta. Las mejillas congeladas, los dobles calcetines, las noches interminables, las dudas gloriosas, el vivir sin azúcar, el jamón al vacío. Los acentos de España, los perros con collares de luces, las luces sin batería en medio de una nevada. 
Salir de fiesta en zapatillas, bailar “la bicicleta” como si la hubiéramos escrito nosotras, esta cafetería. Las uñas sin pintar, los pantalones llenos de pintura, mi “lunchbag” de flores. Los trenes a Londres, las amigas de amigas, las madres de fin de semana, mi flequillo rizado en el destino. Las montañas de jerseys, el estropear la lana estirando las mangas hasta el infinito, encontrar el perfecto pintalabios. La piel transparente, los colores pastel, las flores marchitas en la cocina. Todas y cada una de las plantas con nombre y personalidad. Los pinchazos de Nostalgie, los patos bebés, las vacas en verano. Los lunes de súper, las cestas repetidas, un invierno que inunda en conjunto. El té que arde, el que se enfría, el que vacio, adorna mi mesita cada mañana. Cenar cereales, ojalá saber dibujar, escribir. 


No reconocerse en las letras de ayer. Vivir al segundo, olvidarse del anterior, reírse del siguiente. Besar al que se está yendo. No despedirse, no pensarlo, no sentir. Hablar en condicionales eternos, sin finales; ni felices ni amargos. Creer en la vida como una noche de jazz. Creer en mis manos como aquel saxofonista que empieza a soplar sin saber qué va a sonar después, esperando al piano. Vivir en los pelos de punta del que vive atónito el resultado de una noche improvisada que se escucha con los ojos. 
Tengo muchas ganas de llenarme de planes; suena el sur de Francia, suena montaña y tiendas de campaña, paddle surf, croquetas, cervezas frías, cafés a pie de playa, sol. Suena a casa. 
(Sin tener yo ni idea de dónde está o qué forma tiene).

Suena a empezar de nuevo. Empecemos. 


1 comentario :

  1. Por qué escribe usté tan bien, señorita? Ay, qué alegría leerte de nuevo <3

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